<JOAQUÍN, FIRMANDO EJEMPLARES DE SU NOVELA, EL DÍA DE SU MULTITUDINARIA PRESENTACIÓN EN EL ÁMBITO CULTURAL DE EL CORTE INGLÉS>
< BELLA PORTADA DE LA NOVELA, EDITADA POR LA EDITORIAL ALICANTINA "ECU">
JOAQUÍN PÉREZ BARTOLOMÉ, es un viejo amigo mio de los muchos que dejé de tratar, a raíz de mi despegue de Club de Regatas, tras veinte años como navegante y como Jefe de Prensa de la entidad.
En la pasada Feria del Libro, nos encontramos por casualidad en la caseta de ECU, tras muchos…, muchos años sin vernos. Me contó el motivo por el que estaba allí: la editorial universitaria le habia editado su primera novela, de título tan sugerente como “DEJA QUE EL VIENTO HABLE”. Durante un buen rato hablamos de los viejos amigos de juventud y de navegación y recordamos con nostalgia aquellos maravillosos años, en los que navegábamos, y por tanto, vivíamos. Él, lo sigue haciendo, yo, ya no. Ahora navego por los mares y bajo los cielos que reflejo en mis cuadros, que son aquellos de antaño, que viven en mi recuerdo aunque ya solo sea, un triste marinero en tierra.
Compré la novela a la editorial y él me la dedicó. Noté que hasta había olvidado mi nombre, aunque no las aventuras náuticas que, de alguna forma, habíamos vivido juntos o con amigos comunes.
Como siempre, por la noche, leí las cien primeras páginas, que es lo que suelo hacer como “cata” para ver si me gusta el melón. Ya no la pude dejar de la mano, y, como hacia tiempo no me ocurría, pasé la noche en vela, hablando con el viento de las aventuras que Joaquín contaba, y que reflejaban fielmente, las que él y muchos amigos del Club de Regatas,- alguno de ellos, ya desaparecidos-, habían vivido en el archipiélago balear, y que pude identificar en la narración, pese a que, de alguna forma, los nombres, estuvieran disfrazados.
En base a todos aquellos recuerdos, Joaquín, con la pluma ha pintado un cuadro en el que, además del cielo, la mar, los barcos y el paradisiaco marco de las baleares y, en especial, de las pitiusas, se mueven unos personajes que el azar de un anuncio en un periódico, los lleva a reunirse en el limitado espacio vital de un velero de mediano porte, y allí viven un montón de aventuras, en las que no faltan las amorosas, pues el protagonista embarca como compañeras de navegación, a dos mujeres singulares, que le alegraran y a la vez le complicaran, su aventura personal a la búsqueda de la felicidad, tras dejar en tierra la rutina de una vida vacía.
Magnífica novela, en todos los sentidos, que recomiendo al que le guste la buena literatura, de fácil y amena lectura, que engancha desde las primeras páginas y que no decae hasta el nostálgico e imprevisto final, pese a que, teniendo en cuenta aquello de, “mándame Bovary soy yo”, no podía ser otro….
Carlos Bermejo
Marinero en tierra
Alicante, 6 de octubre de 2011
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