CRONICA DE “PALMERAL” EN EL “DIA DE LOS NENUFARES”
El día de los nenúfares en Villa Elena, es un acontecimiento anual que no nos queremos perder, porque no estar es como existir, como no ser en el ser, no sé si me explico. La cuestión es que el 15 de mayo del 2010, el mes de la Cruz, amaneció astuto, así astuto porque si digo que fue maravilloso o espléndido no sería poético. Y la poesía, ese arte del sentir no puede faltar en un día rápido (porque se nos pasó el día volando), en un día tan señalado.
Cuando uno ha ido a Villa Elena, en El Pinet de San Vicente, y ha entrado en los jardines “árabes” como dijo Carlos en su alocución de agradecimiento, ya no tiene que ir al paraíso terrenal porque el paraíso está aquí. El sol rebotaba sobre el agua, las fuentes salían de sus grutas y los nenúfanes eran islas flotando como barcos de vela latina sobre el verde cinabrio de las hojas acuáticas y redondas, y de vez en cuando alguna rana señalaba su presencia con su croar familiar, era la “Reniana”, una rana de ojos saltones que nos conoce y se pone muy contenta al vernos.
Entre las pérgolas, las fuentes, las esculturas quietas estaban los pintores con su luz en las paletas dándole brochazos sabios a los lienzos, todos aplicados, atentos, deslumbrados por un sol que rayaba los cristales del agua, y los reflejos guiñaban a los fotógrafos robando el instante, el momento, la sonrisa de una flor.
Cuando nosotros llegamos (Pepi, Julia y yo), los artista ya llevaban horas en el tajo, aplicados en el soltar materia, nos recibió Carlos, Loli, Elena y los amigos con gran cordialidad y afecto, el mismo que nosotros les tenemos, esto debe ser recíproco porque de lo contrario no funcionaría la cordialidad. Nos sentamos a sombra de los pinos de copas altas, "verde que te quiero verde" para charlar en la postura de los budistas, con tranquila meditación. Cuando más a gusto estábamos en la charla oímos la voz de mando de Carlos, era la hora de la fajina (hora en que la tropa se retira a comer), y nos sentamos en una largas e interminables mesas, cerca de unas 120 personas.
Las mesas se fueron cubriendo de un tapiz comestible de jamón, queso, langostinos, morcón, salchichón y salchichón rojo (por no decir chorizo), empanadas, bebidas de todo tipo y lo más importante alegría y buen conversación en compañía, porque comer es compartir y así lo entiendo yo.
Luego llegó el momento más peligroso de lidiar: las fuentes de dulces y es que, esta año se pasaron, cada mujer llevó el resultado de sus pruebas de repostería, muestra de sus habilidades con el horno, y los famosos lacitos de Loli. En fin, que entre un bizcocho de aquí y otro de allí, unos rebozados con chocolates y delicias de todas clases y la mistela, llegó la hora esperada de la rifa de arte, aportaciones de los mejor de cada firma. Hubo para todos y todos contentos.
Después salieron músicos, cuentachistes, cantantes, y la tarde se marchaba entre nuestras manos como un puñado de arena. Lástima, pues había que venirse, a pesar de que allí continuaba la fiesta. Al salir, y pasar por el estanque, la “Reniana” se despidió con un croar lastimero y los nenúfares agrupados en coros nos dijeron un adiós con sus manitas blancas y sus gotitas de lágrimas en los pétalos.
En fin, en nombre de todos y en el mío propio, un año más te agradecemos, Carlos y familia, el esfuerzo realizado, el amor que pones y el interés por hacer piña, familia, que es lo que somos en esta Asociación de Artista Alicantinos.
Carlos y familia, enhorabuena y hasta el año que viene.
Cuando uno ha ido a Villa Elena, en El Pinet de San Vicente, y ha entrado en los jardines “árabes” como dijo Carlos en su alocución de agradecimiento, ya no tiene que ir al paraíso terrenal porque el paraíso está aquí. El sol rebotaba sobre el agua, las fuentes salían de sus grutas y los nenúfanes eran islas flotando como barcos de vela latina sobre el verde cinabrio de las hojas acuáticas y redondas, y de vez en cuando alguna rana señalaba su presencia con su croar familiar, era la “Reniana”, una rana de ojos saltones que nos conoce y se pone muy contenta al vernos.
Entre las pérgolas, las fuentes, las esculturas quietas estaban los pintores con su luz en las paletas dándole brochazos sabios a los lienzos, todos aplicados, atentos, deslumbrados por un sol que rayaba los cristales del agua, y los reflejos guiñaban a los fotógrafos robando el instante, el momento, la sonrisa de una flor.
Cuando nosotros llegamos (Pepi, Julia y yo), los artista ya llevaban horas en el tajo, aplicados en el soltar materia, nos recibió Carlos, Loli, Elena y los amigos con gran cordialidad y afecto, el mismo que nosotros les tenemos, esto debe ser recíproco porque de lo contrario no funcionaría la cordialidad. Nos sentamos a sombra de los pinos de copas altas, "verde que te quiero verde" para charlar en la postura de los budistas, con tranquila meditación. Cuando más a gusto estábamos en la charla oímos la voz de mando de Carlos, era la hora de la fajina (hora en que la tropa se retira a comer), y nos sentamos en una largas e interminables mesas, cerca de unas 120 personas.
Las mesas se fueron cubriendo de un tapiz comestible de jamón, queso, langostinos, morcón, salchichón y salchichón rojo (por no decir chorizo), empanadas, bebidas de todo tipo y lo más importante alegría y buen conversación en compañía, porque comer es compartir y así lo entiendo yo.
Luego llegó el momento más peligroso de lidiar: las fuentes de dulces y es que, esta año se pasaron, cada mujer llevó el resultado de sus pruebas de repostería, muestra de sus habilidades con el horno, y los famosos lacitos de Loli. En fin, que entre un bizcocho de aquí y otro de allí, unos rebozados con chocolates y delicias de todas clases y la mistela, llegó la hora esperada de la rifa de arte, aportaciones de los mejor de cada firma. Hubo para todos y todos contentos.
Después salieron músicos, cuentachistes, cantantes, y la tarde se marchaba entre nuestras manos como un puñado de arena. Lástima, pues había que venirse, a pesar de que allí continuaba la fiesta. Al salir, y pasar por el estanque, la “Reniana” se despidió con un croar lastimero y los nenúfares agrupados en coros nos dijeron un adiós con sus manitas blancas y sus gotitas de lágrimas en los pétalos.
En fin, en nombre de todos y en el mío propio, un año más te agradecemos, Carlos y familia, el esfuerzo realizado, el amor que pones y el interés por hacer piña, familia, que es lo que somos en esta Asociación de Artista Alicantinos.
Carlos y familia, enhorabuena y hasta el año que viene.
RAMON FERNANDEZ “PALMERAL”
Alicante, 15 de Mayo de 2010.